domingo, 2 de diciembre de 2018

Mitos y Leyendas

La leyenda de Ixchel e Itzamná



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Ixchel


 Cuenta la leyenda que en los días cuando los dioses aún eran mortales existió un amor tan profundo y tan puro que su fuerza creó el sol y la luna, el día y la noche y el brillar de las estrellas.

   Hace mucho tiempo, en una tierra lejana vivía una bella joven llamada Ixchel cuya belleza encantaba a muchos hombres entre ellos a uno llamado Itzamná. El encanto de Itzamná comenzó a deslumbrar a la bella y codiciada joven y un sentimiento puro nacía entre ambos jóvenes. Sin embargo, un día, en el paraíso de los mortales llegó un extraño joven quien al ver a Ixchel quedó flechado por su deslumbrante belleza.


       Sin saber del creciente amor entre Ixchel e Itzamná, la hermana de Ixchel, Ixtab, convocó una pelea a muerte a los dos jóvenes que se debatían el amor de la bella doncella. 

La diosa del suicidio, Ixtab
       El día de la gran pelea, Itzamná estaba destinado a ser el triunfante vencedor pero el destino no contaba con la mala jugada de su contrincante quien al primer descuido del valiente joven hirió a Itzamná por la espalda, lo que lo hizo caer muerto. Al ver a su amado sin vida, Ixchel corrió a   su lado y encomendó su alma a Ixtab, quitándose la vida. Su hermana maldijo a aquél hombre que con trucos sucios mató a Itzamná y su nombre jamás se volvió a saber. Al tomar el alma encomendada de su hermana, Ixtab se convirtió en la diosa del suicidio.

      Los dos enamorados viajaron hacia los cielos para celebrar su amor por el resto de los tiempos. Itzamná volvió a nacer como el dios Sol y su eterna enamorada, Ixchel, se convirtió en la diosa Luna. Para celebrar el eterno amor por su amada, Itzamná le regaló el brillo de la noche con las estrellas, doncellas que mueren a una temprana edad y suben a los cielos para brillar por la eternidad.




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Ixchel e Iztamná



Un barco fantasma





Cuenta la leyenda que en las aguas de Punta Molas, en Cozumel, cuando la noche se alza y la niebla hace presencia, aparece en medio del mar un barco de la época colonial, con sus velas blancas elevadas pero inmóviles al igual que el resto de la nave produciendo una inundable sensación de temor a quienes han presenciado tal fenómeno, como el caso de un taxista de Mérida, Nicolás Tzaec, quien cuenta su experiencia personal ante este evento.

    El señor Nicolás solía ir con frecuencia a esa zona a pescar y se quedaba dos o tres días en la zona, sin embargo, un día, junto con unos de sus compañeros, se fueron a pescar al mar en la madrugada como era de costumbre y de repente el lugar se llenó de niebla "yo me asusté, pa' que le voy a decir que no, y los compañeros también, pero ninguno dijimos nada". Los tres hombres se quedaron quietos esperando a que al niebla se fuera y cuando estaba amaneciendo, ahí estaba, la nave entre medio de la niebla que se disipaba, se veía claramente sus velas blancas alzadas e inmóviles, luego apareció otro banco de niebla y cuando este desapareció voltearon a ver, y el barco ya no estaba.



Leyenda Juan del Monte


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En los pueblos mayas del estado de Quintana Roo, en la selva, habita Juan del Monte, así le llaman. La gente comenta que hay que cuidarse de él, que no hay que hacerle caso cuando lo escuches al entrar a la selva, pues hace que te pierdas en la misma, te encamina a kilómetros monte adentro, imitando la voz de un ser querido y haciéndote seguir ese llamado. Es el viento que habla.

 A pancho, un niño maya de siete años, siendo muy vivaz, lo mandó su mamá doña Justina quién siempre usa hipil y un gran lazo rojo adornando su cabello, le pidió que le llevara la comida y pozole a su papá que estaba en los potreros, no muy lejos, pero es en el monte, sin embargo, el caminaba donde él sabía, en una vereda del camino oyó la voz de su papá que le decía “aquí estoy pancho, ven por acá”, el oyó claramente los cascos del caballo que tenía montado su papá, según él, estaba siguiendo el ruido del trotar del caballo, y de vez en cuando Juan Del Monte gritaba con la voz de su papá “aquí estoy sigue caminando”, pancho nunca lo alcanzó, no llegó al potrero de donde el papá nunca se movió, ni tampoco a su casa, se perdió en el monte. Posteriormente su papá don Homobono lo fue a buscar y cuando lo encontró, él estaba perdido por otro lado completamente distinto.




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